Petróleo y garbanzos verdes
Reflexiones desde el Kurdistán I
Casi siempre nos pasa al llegar a un sitio nuevo, que nos sorprende lo que no hay y lo que hay. Lo que no hay, que imaginábamos, por algo que una vez leímos…, o vimos en la tele, y lo que hay, que nunca te esperas.
Lo primero que te sorprende al llegar al kurdistán es que no hay hombres vestidos de talibanes, viviendo en las cuevas de las montañas, ni perros por las calles;
y lo que sí, son matas de garbanzos verdes, que los niños te venden por la calle, para que arranques las gárgolas y te comas los garbanzos de aperitivo con el té.
Paseando, te cruzas con gente que sin poder mediar ni una palabra, te da la bienvenida con grandes ojos y una sincera sonrisa. Y te cuestionas más aún, qué habrá hecho está gente, para estar tan puteada, en su propia tierra…?
Y es aquí donde viene, otra de las sorpresas, y por tanto, inesperada:
pozos de petróleo sembrados entre los garbanzos verdes, como las amapolas entre los trigales, pero de color negro, negro.
Nunca había visto los martillos gigantes del “Muro” de Pink Floyd en directo.
Y empiezas a entender entonces, que cualquiera que llega aquí, diga que esto es suyo, aprovechando que en estos últimos “12.000 años”, no hay quien encuentre las escrituras originales que los pelúos del taparrabo tallarían en alguna piedra y a saber dónde las pondrían.
El último invento del gobierno turco para seguir jodiendo, es una descomunal presa, que ahogará para siempre, parte de este “viejo legado” de la antigua Mesopotamia, cuna de la incivilización.
En las propias aguas del Tigris, se ahogarán más de 200 pueblos y aldeas, con sus vereas, sus recuerdos, sus rincones, sus calles, su historia, sus mezquitas, sus sueños y sus cementerios “con sus muertos”.
Ea¡ y tan agusto que se van a quedar.
De dónde irán, nada se sabe. Eso no importa…
” A Manu Bravo, qué muy prontito podrá oler la libertad “