Sobre mí

La Merienda

En las tardes de primavera, después de salir de la escuela, cuando la luz se iba alargando y nos dejaba estar más tiempo en la calle, nos amontonábamos en la Plaza del Mercado. Las niñas jugando al pañuelo, a la comba o al elástico; los niños al balón, a la rueda o a los bolos. Era una algarabía desordenada de risas, carreras, gritos, canciones y algún que otro llanto. Yo esperaba impaciente, sentado en el bordillo del jardín, a que me llamara mi agüela Pura para darnos la merienda: “un bollo de Abelino el panadero, con aceite y azúcar”, sin duda, la merienda más rica del mundo, que hoy sigo saboreando y disfrutando cuando se la preparo a mi hija.

 

Recuerdos de mi niñez lolo vasco rodríguez

Al fresco

En verano, cuando bien entrada la noche, la última madre llamaba al último zagal de mi plaza, venía lo mejor del día. En la puerta de mi abuela, dispuestas en corrillo, estaban todas las sillas de su casa; las del zaguán, las del recibidor, las de la cocina y las de enea del corral. Y cada una llena con una de las vecinas de la calle y algunos de los forasteros que volvían al pueblo por esas fechas. Los niños y las niñas nos repartíamos sentados en la acera, entre las sillas, o en los regazos de las madres, los más chicos. Si hacía falta, María “la toribia” o José “el rojino” traían alguna silla más de su casa. Mi agüela era fans de las noches al fresco; cuando empezaba a atardecer, ya sacaba algunas sillas para que nadie aparcase en la puerta. Era una tertulia maravillosa, sin tele. La palabra, que en el silencio de la noche, tomaba aún más énfasis, era la única protagonista. Se contaban historias de antaño, de cuando había lobos, de cuando no había agua ni luz en las casas, de cuando nacimos, de los inviernos lluviosos, de la guerra y la posguerra, de las bodas de antes… Se contaban chistes de todos los colores, algunos verdes que eran los que más les gustaban a mi abuela y acertijos. Son las mejores tertulias en las que he participado jamás, aunque a decir verdad, no decía ni pío, pero siempre era el penúltimo en abandonarla.